(Agraria.pe) La agroexportación peruana se ha consolidado como uno de los sectores más dinámicos de la economía nacional, impulsada por innovaciones tecnológicas, el crecimiento de la productividad y la conquista de nuevos mercados. Sin embargo, este avance no ha ido acompañado de un desarrollo equivalente en materia de gobernanza social, un componente clave para la sostenibilidad del sector.
Según Rafael López Lozano, consultor y doctorando en Ciencias Sociales en la Universidad de Buenos Aires, “la agroexportación invierte millones en tecnología, riego y certificaciones, pero aún no destina suficiente esfuerzo a construir relaciones sólidas y de largo plazo con su entorno social. En un sector intensivo en mano de obra y con territorios complejos, la licencia social debe ser parte del núcleo del negocio y no un añadido opcional”.
López Lozano enfatiza que las prácticas tradicionales de Responsabilidad Social Empresarial han demostrado ser insuficientes. “Entregar apoyos puntuales, talleres aislados o donaciones de infraestructura no garantizan estabilidad. Lo que realmente funciona es comprender la dinámica territorial, formalizar canales de diálogo, profesionalizar la relación con autoridades locales y trabajar con métricas claras para medir el clima social”, sostiene.
El experto subraya que la agroexportación ya ha demostrado capacidad para innovar en producción, pero ahora debe hacerlo en el ámbito del relacionamiento social. “Un modelo social robusto no solo previene crisis: también mejora la reputación, reduce sobrecostos laborales, estabiliza las operaciones y abre puertas en mercados internacionales cada vez más exigentes en materia de trazabilidad social”, agrega.
A modo de conclusión, López Lozano recuerda que mientras la minería aprendió a “leer el territorio” tras atravesar múltiples crisis, la agroexportación tiene hoy la oportunidad de anticiparse y aprender antes. “El momento de actuar es ahora”, apunta.