COLUMNA DE:
Angel Manero

Angel Manero

Ministro de Desarrollo Agrario y Riego. Ingeniero Agroindustrial con Maestría en Administración de Agronegocios. Consultor senior en Desarrollo Productivo y Negocios Agrarios.
16 marzo 2022 | 09:13 am Por: Angel Manero

¿De buena o mala leche?

¿De buena o mala leche?

Es cierto que, de los 450 mil ganaderos lecheros, menos del 10% de ellos abastece a la industria; pero, también hay que mencionar que ese pequeño porcentaje suple cerca del 70% de lo que demanda la industria nacional; es decir, hay mucho espacio para aumentar el acopio.

Ayer 15 de marzo, Luis Miguel Castilla, publicó en el Diario Gestión un artículo sobre el caso de la leche. Castilla critica las demandas de AGALEP (gremio de productores lecheros) de exigir 1.80 soles por litro al comprador industrial; y además, exigir que se ajuste el reglamento nacional de la leche a efecto de que la leche evaporada o industrial se haga con 100% leche fresca fluida; es decir, con 100% de abastecimiento nacional.

En resumida cuenta, si evaluara los argumentos de Castilla, bajo los criterios de la teoría económica, tendría que ponerle 20 de nota; pero, si lo tuviese que evaluar bajo los criterios de desarrollo socioeconómico nacional, saldría desaprobado.

Es cierto que, de los 450 mil ganaderos lecheros, menos del 10% de ellos abastece a la industria; pero, también hay que mencionar que ese pequeño porcentaje suple cerca del 70% de lo que demanda la industria nacional; es decir, hay mucho espacio para aumentar el acopio y suplir completamente lo que ahora importamos.

La leche que no llega a la industria sirve para el autoconsumo y para la producción de quesos artesanales; que también, tienen precios de mercado relativamente bajos debido al exceso de oferta. El departamento de Puno es un caso representativo de ello.

Si analizamos el tema teóricamente, en el papel, no tendría sentido microeconómico que Perú produzca leche para la industria dado que los precios internacionales suelen ser relativamente bajos; por lo general, los lotes importados provienen de excedentes de mercado de países desarrollados. Sin embargo, este año la coyuntura internacional ha hecho que el precio de la leche en polvo importada supere los USD 4 por kilogramo (un kilo de leche en polvo equivale, en volumen, a unos 10 litros de leche fresca) este precio es casi 30% superior al precio promedio de los últimos años (USD 3 por Kg). Además, podría existir riesgo de desabastecimiento mundial; aunque, esto último es lo mejor que le podría suceder a los ganaderos nacionales.

Desaparecer la ganadería nacional lechera implicaría un daño colateral a lo agrícola que le abastece de maíz chala; además, de que esta actividad es proveedora de abono orgánico para el agro; pero lo más grave es que tendríamos más de 30 mil productores lecheros que deberán dedicarse a otras actividades; y ¿a qué otra actividad puede dedicarse un ganadero lechero? ¿comercio ambulatorio? ¿mototaxi? ¿a la pequeña agricultura? ¿migrar a las ciudades? No hay muchas oportunidades en el sector rural, solo actividades de subsistencia.

El agro peruano sufrió la desaparición de nuestras casi 300 mil hectáreas de algodón, ello motivó que esas superficies se redireccionen a producir alimentos; y con ello, se saturó los mercados de productos de panllevar; algo similar sucedió con la reducción de la superficie de maíz amarillo duro; desaparecer un cultivo trae costos sociales y daños colaterales que son necesarios de medir para tener un correcto análisis del beneficio/costo de hacer algo o no hacer nada.

Nuestra pequeña agricultura aun con precios de mercado rezagados (tenemos en promedio los mismos precios de 1997) sigue produciendo en mayor cantidad cada año; aun con esta alza insufrible de los fertilizantes, veremos que la oferta agropecuaria total no tendrá mayor merma. Hay aumentos de productividad, pero ello no alcanza para generarle utilidades a nuestros pequeños productores; la teoría económica diría que debieron haber desaparecido hace mucho; pero siguen allí, cambiando de cultivo, buscando mejor suerte; van de golpe en golpe y en ese proceso no han dejado de subvencionar a las ciudades que suelen favorecerse con la sobreoferta recurrente de papa, camote, menestras, cebollas, zapallo etc.

Regresando a la leche, quizás algún economista “encumbrado” pueda explicarnos el porqué no se ha aumentado el precio a los ganaderos lecheros peruanos en un año donde el precio internacional de la leche en polvo ha subido en casi 30%. Los dos céntimos ofrecidos como aumento por la industria solo representa un 2% de mejora.

Es importante mencionar que en nuestra costa existen grandes ganaderos que suelen vender a 1.40 el litro de leche (el pequeño recibe cerca de un sol) claro está que cuentan con instalaciones de refrigeración y una oferta estandarizada de decenas de miles de litros al día. Ellos casi no tienen utilidades en estos meses de insumos por las nubes; pero, al menos no pierden.

¿Qué hacer con la leche?

Primero, habría de tener en claro que, socialmente hablando, no podemos dejar que desaparezcan los pequeños ganaderos lecheros; segundo, hay que evaluar qué medidas se pueden implementar que no representen un alto costo para el fisco; ni tampoco afecten la competitividad de la industria; pues lo peor que le puede pasar a los ganaderos nacionales es que la empresa Gloria cierre sus operaciones, que deje de comprar diariamente lo que compra hoy, sería irremplazable en el corto y mediano plazo.

Hay mucho que explicar aquí, pero para hacerlo corto tenemos que exigir, como sucede en Estados Unidos, que la leche que utiliza la industria sea leche fresca entera de nuestros ganaderos; con ello aseguramos más demanda; para esto debería darse un plazo prudente de adecuación (unos seis meses). La industria se verá obligada a aumentar el acopio nacional y con ello mejorar en algo el precio al ganadero debido a que tendrán un mayor poder de negociación. Llegar al 1.80 soles/litro es muy difícil; pero, si el pequeño productor recibiera 30 o 40 céntimos más por litro; ya estaremos en una situación mucho mejor. Insisto, no se trata de establecer un precio mínimo, ello no se puede hacer, sin embargo, el ajuste técnico normativo hará que el mismo mercado regule el precio un poco hacia arriba.

Tampoco se trata de que el consumidor asuma todo el golpe; el Estado tiene que aportar algo aquí devolviendo todo el Impuesto Selectivo que paga el transporte de la leche en el acopio (esta medida en realidad debería aplicar a toda la industria alimentaria para eliminar el efecto perverso de este impuesto que hace menos competitivo transportar productos agropecuarios desde el interior del país) con ello, la empresa recuperará unos céntimos por litro. De esta forma el consumidor probablemente deba asumir unos 30 céntimos más por su latita de leche (algo que suele suceder normalmente y no ha generado mucho drama; el kilo de pollo sube y baja algunos soles cada mes).

Adicionalmente, se requiere trabajo del Estado; primero, para promover el consumo de leche, que ahora sí será completamente nacional; y segundo, para implementar un agresivo programa de desarrollo de proveedores: una especie de cooperativas de servicios que brinden a los pequeños productores lo necesario para asegurar la sanidad y alimentación del ganado, las buenas prácticas de ordeño e instalaciones de enfriamiento. Es un trabajo duro, pero hay que hacerlo en las principales cuencas lecheras.

Cuando estas cooperativas de servicios crezcan y desarrollen una oferta más competitiva, entonces los precios para la industria y consumidor tenderán a la baja por el efecto de mayor productividad; probablemente la empresa Gloria ingrese al negocio de crianza y producción lechera y habrá mayor competencia sin “fallas de mercado”; y allí se cumplirán los deseos de Luis Miguel Castilla: un campo productivo, competitivo que genera eficiencias de mercado.

En resumen, debemos promover fomento agropecuario en la ruta del mercado y no quedarnos inmóviles.