COLUMNA DE:
Sandro Barreto

Sandro Barreto

27 junio 2016 | 11:54 am Por: Sandro Barreto

Ver lo que no se ve y pensar estratégicamente

Ver lo que no se ve y pensar estratégicamente
Cuenta la leyenda sobre seis hombres ciegos que querían ampliar sus conocimientos y aprender cómo era un elefante, por lo que decidieron que cada uno, valiéndose de su desarrollado sentido del tacto, podría satisfacer a su mente. El primero, al acercarse al elefante, chocó contra su lado ancho y fornido, por lo que en seguida empezó a gritar: "¡Bendito sea Dios! ¡El elefante es muy similar a una pared!". El segundo, palpándole el colmillo, gritó: "Oh! lo que tenemos aquí, es muy cilíndrico, suave, y aguzado; para mí esto es muy claro, esta maravilla de elefante es muy parecido a una lanza". El tercero se acercó al animal y tomó la trompa, la cual se retorció en sus manos. Así, audazmente dijo: "El elefante es igual que una serpiente". El cuarto extendió su ávida mano y la posó sobre la rodilla del cuadrúpedo y dijo: “el elefante es semejante a un árbol". El quinto, que se arriesgó a tocar la oreja, dijo: "Hasta el hombre más ciego puede decir a lo que esto más se parece: Niegue el hecho quien pueda, esta maravilla de elefante es igual que un abanico". El sexto, en cuanto empezó a tentar a la bestia, asió su cola oscilante. "Yo veo", dijo él en sentido figurado, "que el elefante es como una soga".

Esta historia atribuida al poeta y místico persa Hakim Sanai ha sido utilizada desde esas épocas con el fin de ilustrar la incapacidad del ser humano para conocer la totalidad de la realidad, ya que las personas solemos considerar la parte como si fuera el todo. El error se produce por confundir la posición del observador con el objeto observado, lo cual además de ser absurdo y evidenciar falta de sentido común, demuestra soberbia al creer que se tiene la razón; incluso genera actitudes arrogantes contra alguien que tiene una posición de observador diferente, si este último manifiesta haber visto algo que la persona cegada por la soberbia no logró ver. Situaciones como estas suelen pasar con ciertos directivos cuya función es definir la estrategia de la organización, lo cual entorpece el proceso o, peor aún, afecta el resultado económico. Pensar estratégicamente implica ver “el bosque”  en lugar de ver “el árbol”, por más majestuoso que este último pueda ser.

Tal como lo señalan las escuelas de negocios más prestigiosas del mundo y los especialistas en planeamiento estratégico, dos son los principales problemas que enfrenta el directivo para lograr pensar estratégicamente: el “cortoplacismo”  y la “especialización”. El primero, cual si fuera un muro, impide que la persona vea más allá de sus narices y suele convertir al directivo en bombero, pues se obliga a desarrollar el grueso de sus actividades en el cuadrante de “lo urgente e importante”, cuando no en lo “urgente y no importante”. Esto agota y desgasta a todos los que intervienen en apagar el incendio y además crea falsos héroes, toda vez que quien invirtió su tiempo en apagar el incendio, en realidad ha sido contratado para evitar que se produzcan incendios. El segundo problema le pone al directivo anteojeras cerebrales que impiden abrir su mente a otros puntos de vista e ideas. Los entendidos llaman a esta situación “deformación profesional”, ya que genera una tendencia a ver las cosas desde el punto de vista de la propia profesión en vez de tener una perspectiva más amplia, ocasionando una distorsión en la forma en que se percibe el mundo con riesgo a convertir en dogma los principios, usos y costumbres de la profesión. El dicho: "cuando tienes un martillo, todo te parece un clavo" caracteriza a este fenómeno.

La habilidad para pensar estratégicamente es una de las competencias más importantes de liderazgo que un directivo puede tener. El saber dónde estamos, hacia dónde queremos ir mañana, cómo visualizamos ese mañana, cuáles son nuestras fortalezas y nuestras oportunidades, son parte de los componentes de lo que se denomina pensamiento estratégico. La forma cómo vamos a hacer realidad ese mañana y los caminos que vamos a tomar es lo que se denomina planificación. El pensamiento estratégico es el sueño de hacia dónde queremos ir y la planificación estratégica es la forma cómo vamos a lograr ese sueño.

Si desea que los integrantes de su equipo piensen estratégicamente para poder ver al elefante completo, empiece por preguntarse qué competencias requiere desarrollar usted para convertirse en la fuente que motiva, inspira y potencia a sus colaboradores.

Si desea más información sobre este tema escríbanos a: servicioalcliente@goldenage.pe, o visite la página web: www.goldenage.pe